El acierto mayor llegó a la hora de ubicar el patio: si éste se colocaba en paralelo a los muros exteriores en aquella planta de anchura limitada, lo único que se conseguiría sería dividir el espacio en dos mitades y perder el sentido de unidad.
El resultado es una vivienda minimalista, armónica, cálida, bien resuelta, caracterizada por la utilización de la madera clara y del color blanco. Un espacio donde desde casi cualquier punto es posible disfrutar del resto de la casa y, por supuesto, del azul del cielo, gracias a un patio oblicuo.
Fotografías no aéreas: Ken’ichi Suzuki
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