Fotografía: Diego Íñiguez
ODO FIORAVANTI:
El 1 de marzo y en el marco del Italian Design Day, el diseñador italiano Odo Fioravanti (Roma, 1974) visitaba la Ciudad Condal, junto al también diseñador y amigo Giulio Iacchetti, para presentar su proyecto conjunto «Ferri Tagliente» en el IED Barcelona. En el evento, que estuvo organizado por el Consulado General de Italia, el Istituto Italiano di Cultura y la Cámara de Comercio Italiana de Barcelona, los premiados diseñadores explicaban el porqué de este trabajo, donde las herramientas utilizadas para trabajar en el campo se reinterpretan bajo el prisma del diseño.
Este mismo proyecto puede verse, desde mañana día 6 y hasta el 14 de junio, en el Pabellón Internacional de la Barcelona Design Week que, este año, tiene a Italia como país invitado y se ubica en el recinto de Palo Alto. Odo Fioravanti, autor de varias de las herramientas, es diseñador industrial por el Politécnico de Milán y, desde 2003, trabaja como tal, aunque también probó suerte con la ingeniería y las matemáticas.
Fioravanti ha desarrollado su trabajo para un amplio número de empresas de muy diferentes sectores como Abet Laminati, Ballarini, Casamania, Desalto, Eurochocolate, Flou, Fontana Arte, Foscarini, Gardesa, Guardini, Incotex, Mesa, Normann Copenhagen, Olivetti, OPOS, Osama, Palomar, Pedrali, Pianca, Pinetti, Segis, Telecom Italia o Toshiba. Además, algunos de sus trabajos han recibido los más prestigiosos premios de diseño (German Design Award, Good Design Award, iF Design Award, Design Plus…), incluido el XXII Compasso d’Oro ADI por la silla de madera curvada Frida para Pedrali.
Paralelamente a su labor como diseñador, Odo Fioravanti ha sido docente en numerosas escuelas y universidades, como el Politécnico de Milán, el IUAV de Treviso, la Universidad de San Marino, el Instituto Marangoni, la Domus Academy o la HEAD Genève (Geneva School of Art and Design), entre otras. También trabaja como periodista independiente para revistas de diseño que intentan explorar y cambiar los límites del diseño como disciplina.
LA ENTREVISTA:
Volee para Fontana Arte
LA ENTREVISTA:
¿Qué es para ti el diseño?
Empecé a estudiar ingeniería (5 años) y matemáticas (6 años) cuando no sabía lo que era el diseño, pero era un poco desastre. Por casualidad y cuando pensaba que no podría hacer nada en la vida, descubrí el diseño industrial. De repente, gané mi primer concurso y cambió mi vida.
¿Dónde estudiaste?
Estudié diseño industrial en el Politécnico de Milán. Para mí, el diseño son todas las cosas que se pueden introducir en el diseño: pensar, dibujar, escribir, leer, construir.
¿A la hora de diseñar cuáles son tus mejores armas?
El pensamiento y las manualidades. Me gusta mucho pasar del pensamiento a la construcción. Dibujar me gusta menos y lo hago poco. Tengo un pequeño laboratorio, que se parece más a un laboratorio del Renacimiento que a un estudio de diseño, donde puedo trabajar con madera y es donde construyo.
¿Sigues algún proceso a la hora de diseñar?
No siempre utilizo el mismo proceso, aunque, como he dicho, pienso mucho. Después, empiezo a dibujar y a hacer maquetas. Comienzo a pensar si aquello que he pensado puede convertirse en un objeto. Tengo que dar forma al proyecto a través de las medidas, los materiales… y tengo que empezar a explicarlo que, para mí, es la parte más difícil. Me da vergüenza. Me parece extraño hablar bien de mis productos porque es como hablar bien de mis hijos. Me parece banal y me produce cansancio, aunque considero que es muy importante convencer al cliente. Siempre pienso que si el objeto es bello, él solo convence al cliente.
¿Qué es más habitual que pienses en un objeto y lo ofrezcas a una empresa o que sea la empresa la que te encargue diseñar ese objeto?
Cuando empiezas, el teléfono no suena. Al inicio, te toca llamar a muchas puertas, hacer prototipos y presentarlos a las empresas. Es como un arquitecto que parase a la gente por la calle y le dijera: ¿necesita una casa? Cuando te conocen más, son las empresas las que te encargan los proyectos, aunque a mí me gusta hacer productos y presentarlos. Me da una mayor satisfacción.
En ocasiones, preparo cajas con prototipos y cuando las abren se sorprenden mucho. Las envío a empresas que no me conocen, a lo mejor en Dinamarca. Entonces, me llaman y me dicen si les sirve o no el producto. Pero, al final, esa magia funciona y el que ha recibido la caja me dice «vamos a hacerlo».
Tetera Bliss para Normann Copenhagen
Retomando el ejemplo que has puesto de Dinamarca, alguien te ha dicho que tus productos tienen un estilo más nórdico que italiano.
Sí, tengo pasión por el diseño escandinavo, danés, alemán… Todas las formas tienen un significado, pero me gustan aquellas formas que dan un significado en el tiempo, con un efecto lento como la homeopatía. Creo que los objetos han de entrar en la vida de las personas poco a poco para establecer una relación duradera como pasa con las formas simples. Cuando son más complicadas se parecen más a los amores de verano que empiezan y acaban más rápidamente.
Trabajas diferentes áreas del diseño industrial. ¿Hay alguna en la que te expresas mejor o te resulte más fácil?
Lo que pasa es que ganas un premio con una silla y otras empresas te piden más sillas. Pero lo que más me gusta no es el mobiliario, sino los productos tecnológicos, industriales y de tiradas más grandes. Éstos han sido uno de los pocos proyectos (en referencia a los de la exposición «Ferri Taglienti») de los que he hecho pocas unidades.
Si te gusta la tecnología, habrás disfrutado trabajando con la empresa Maison 203 (una firma italiana dedicada a la fabricación de accesorios fabricados con impresión 3D). ¿Ha sido tu primera experiencia con este tipo de tecnología?
Yo soy nativo digital, pero lo que me interesa más de esta colaboración es que es una pequeña empresa de dos chicos del Veneto que puede hacer unos proyectos muy definidos. Trabajan bien, hacen buenas fotos y pueden realizar un buen trabajo con esta tecnología. Hacen productos que no podrían hacerse con otra técnica. Existe una gran confusión porque esta técnica se utiliza para hacer un poco de todo, pero yo prefiero hacer cosas que sólo se puedan hacer con ella. Son objetos imposibles de copiar, demasiado difíciles de repetir como bolsos que no se sabe de qué lado se abren.
Has recibido destacados premios internacionales. En 2011, ganaste el XXII Compasso d’Oro con la silla de madera Frida para Pedrali. ¿Nos podrías hablar de ella?
Ahora hace 10 años que hice esta silla con respaldo curvado para Pedrali. Cuando fui a la fábrica, junto a los operarios fabricamos una silla con las patas grandes porque era como esculpirlas. Después la llevé al despacho y con un disco abrasivo, como si fuera una motosierra, esculpí la madera y le di forma. Cuando volví a la empresa, me dijeron que les gustaba mucho, aunque yo no estaba muy seguro.
Después la presenté a otros diseñadores y todos decían lo mismo, dándome la enhorabuena. Entonces me convencí de que a lo mejor había hecho algo realmente bueno. Después llegó el Compasso d’Oro, que no esperaba porque pensaba que sólo los viejos o los muertos podían ganar el Compasso d’Oro (risas). Realmente, pensaba que era imposible. Y ganar con una silla, todavía más difícil porque hay mucha competencia.
Silla Frida para Pedrali
¿Cuáles fueron las razones por las que te dieron el premio?
Por la sostenibilidad y por la belleza. Me gustó que nombraran la palabra belleza porque nunca hablan de ella.
Para ti, la belleza es algo muy especial ¿no?
En diseño, no se habla mucho de belleza porque resulta peligroso. Después del Iluminismo, se pensaba que la belleza era una cosa subjetiva que no se podía medir. La belleza no es como la cosmética (sólo superficial), la belleza, si es de verdad, atraviesa. La belleza es un fluido mágico que atraviesa las personas y las cosas.
¿Qué te gustaría diseñar que todavía no has diseñado y por qué?
Una excavadora, porque cuando era pequeña me parecía muy grande. Todavía me late el corazón cuando las veo.
Además de diseñar, eres profesor en diferentes escuelas, ¿qué es lo que intentas transmitir a tus alumnos o enseñarles, o que quieres que ellos aprendan de ti?
La esperanza porque parece que los jóvenes no tienen esperanza. En Italia es difícil porque es un país de viejos. Es el tercer país más viejo del mundo porque hubo muchos nacimientos después de la II Guerra Mundial. Para los jóvenes es difícil hacerse un camino y me gusta darles ánimos diciéndoles que hay un camino porque ahora hay más herramientas, más instrumentos para intentar hacer algo. Intento transmitir también pasión porque, a veces, no tienen bastante.
El proyecto «Ferri Taglienti» lo habéis desarrollado junto a tres jóvenes diseñadores. ¿Cuál fue la relación que habéis tenido con estos tres diseñadores?
El diseñador industrial Mario Scairato ha trabajado en mi estudio y en el de Giulio Iacchetti. Es un chico con un gran corazón, bueno y capaz. Vittorio Venezia, arquitecto, también ha trabajado conmigo y con Giulio hace unos años. Attila Veress es también diseñador industrial y ha sido un descubrimiento. Vimos sus trabajos y nos gustaron. Hay que esponsorizarlo y animarlo.
«Ferri Taglienti», un proyecto en colaboración con Giulio Iacchetti
¿Cómo nació el proyecto «Ferri Taglienti»?
Giulio y yo tenemos muchas cosas en común porque ambos hemos nacido en pueblos pequeños y el proyecto nace también de estas raíces comunes. Mi familia era campesina y también Giulio ha nacido y crecido en el campo. Esos intrumentos tienen una magia y una fuerza expresiva que me impresiona.
La verdad es que ya lo intentamos hace unos años. Y el año pasado, decidimos relanzarlo en noviembre y justo surgió esta oportunidad. La fabricación comenzó en enero y cada pieza se ha hecho en una semana. Los mangos vienen del centro de Italia mientras que la parte de metal viene del norte. Todo es artesanal.
En la actualidad, en el mundo del diseño es muy importante el tema de la sostenibilidad ¿De qué forma introduces este factor en tu trabajo?
Actualmente, se ha producido un cambio. Antes sólo se hablaba de ecológico y ahora se habla de sostenible, un tema que resulta más amplio. La sostenibilidad no es sólo el producto, sino lo que pasa antes y lo que pasa después con él. Por eso se habla del ciclo de vida del producto, de la energía que necesitas para producirlo pero también del trabajo que cuesta tirarlo. Desde este punto de vista, intento hacer siempre productos duraderos porque uno de los mayores problemas que tenemos es que usamos las cosas sólo una temporada y luego las tiramos. Crear cosas simples ayuda a que duren más en el tiempo.
Un segundo punto es utilizar los productos de manera correcta y sensata, sobre todo los materiales porque son los que deciden el destino del producto. Hay que pensar en objetos duraderos y ligeros con el mínimo material porque cuando utilizamos productos de la naturaleza se los estamos robando. Cada vez que cogemos algo de la naturaleza tiene que existir un pensamiento del porqué lo estamos haciendo. Y después hacemos un objeto que está robando espacio al mundo y hay que tener respeto por eso.
¿Tus proyectos más recientes?
Sigo haciendo mucha sillas y hecho una serie de «platos» para el restaurante 28 Posti de Milán con un chef muy joven. Es un sitio muy especial porque ellos trabajan muy a menudo con diseñadores. Por ejemplo, las mesas han sido creadas por un diseñador que ha trabajado con gente que está encarcelada. Yo he hecho unos platos que no son platos de verdad sino que la receta está pensada en función de como es el plato. Por ejemplo, para el que es «escalonado», el chef pensó en tres comidas con una intensificación del sabor. En otro, hay un espejo en medio del plato que, de un lado, es como si fuera medio círculo y del otro, un medio cuadrado. El espejo dobla la imagen y parece que tengamos un círculo entero y un cuadrado entero. La carne la comes del lado redondo y el pescado, del lado cuadrado. El sabor sigue las formas. También he hecho dos taburetes.
Armure de Maison 203
Retrato cortesía del IED. Resto de imágenes en la web de Odo Fioravanti y en la de Pedrali
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